5.6.2020. Lo que sigue es el último informe sobre la situación política argentina elaborado por la Consultora “Origen”, especializada en asuntos públicos y legislativos. El rol del oficialismo, la oposición, las agendas políticas y el rol de la economía en un futuro inmediato forman parte de dicho documento.
Además, una breve referencia a las implicancias comerciales que tendrá la batalla sanitaria del Coronavirus en el mundo, en medio de las elecciones presidenciales que se avecinan en los Estados Unidos:
Tensiones en el oficialismo
La pandemia ha provocado una crisis sanitaria, que profundizó la económica, ésto puede derivar en otra institucional e incluso en una política. Con un panorama de estas características, analistas internacionales y locales coinciden en el modo de enfrentar esta situación: consenso interno dentro de las naciones y cooperativismo internacional.
Es una estrategia que no parece ser compatible con el pensamiento de una parte importante de los integrantes y seguidores del Gobierno. Ese grupo entiende que es el dueño de la mayoría de los votos que llevaron a Alberto Fernández a la presidencia. Además, cuentan con poder territorial suficiente -garantizando las redes necesarias- para afrontar una potencial crisis social.
Este sector suele nutrirse de una lógica amigo-enemigo y necesitan rivales que alimenten esa dinámica. Es un juego dialéctico muy distinto al núcleo duro del presidente, que tiende a lo mismo que el primer mandatario: hablamos de funcionarios naturalmente componedores, propensos al diálogo y los acuerdos.
Esa tensión se evidencia con mayor claridad cuando vemos a la vicepresidenta presionando a la Justicia. Primero le pidió a la Corte una declaración de certeza sobre la necesidad de sesionar presencialmente. Luego, el hiperkirchnerista titular de la Oficina Anticorrupcción –Félix Crous– decidió que ese organismo se retire como querellante de las causas de Hotesur y Los Sauces. Con esto logra que no queden querellantes de peso institucional en la causa.
En sintonía con esta estrategia, el Procurador del Tesoro –Carlos Zannini– pidió la nulidad de la elevación a juicio de la causa del memorándum con Irán. Esto obliga nuevamente a dejar a Cristina Fernández de Kirchner en un mano a mano frente a la justicia. Pero esta vez, con la investidura propia de la segunda persona más poderosa de la nación.
Todos estos movimientos judiciales se dan al mismo tiempo que Gustavo Beliz está negociando con el Poder Judicial una reforma de fondo – sobre todo – para los tribunales de Comodoro Py, cuestión de especial interés para el presidente.
Algo similar ocurrió con la propuesta de la diputada Fernanda Vallejos, luego desmentida por Alberto Fernández. Justo en momentos cruciales de la negociación del Gobierno con los bonistas, quienes piden todo tipo de garantías y reglas claras.
A pesar de eso, la AFIP - conducida por Mercedes Marcó del Pont - tomó medidas que van más en línea con la propuesta de la diputada que con las declaraciones presidenciales. La actitud dispar - de la coalición gobernante - respecto del empresariado no ayuda a dar certezas a quienes están haciendo grandes esfuerzos por sostener sus emprendimientos.
Otra disonancia en el frente gobernante la vemos en el trato con la oposición. Por un lado, el Presidente hace buenos esfuerzos por trabajar en conjunto con el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sin embargo y casi sin prestarle atención, el ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires –ex ministro de Salud de Cristina Fernández de Kirchner– declara que la culpa del crecimiento de contagios en la provincia hay que adjudicarsela a la capital del país.
Esa búsqueda permanente de culpables es extemporánea en medio de una crisis, que conlleva todos los esfuerzos de una gestión que recién está por cumplir seis meses.
Las dudas opositoras
La oposición ha reparado en dos cuestiones. La primera es que quedan doce meses para el cierre de listas electorales: no parece ser un tema en el cual pensar hoy, pero sí es cierto que empezó la cuenta regresiva. El segundo tema es que no da la sensación de que la economía vaya a recuperarse abruptamente y lleguemos al próximo turno electoral con indicadores económicos que impulsen el triunfo electoral. Si el oficialismo gana, será a pesar de la economía y no por ella.
Es así como la oposición tomó dos posturas. Una que boga por un gran acuerdo - de todo el arco político – para afrontar la crisis post pandemia. Este nucleamiento comprende que el presidente tiene buena imagen y la mayoría de la población apoya las medidas que ha tomado. Por eso no es momento de enfrentar y dividir.
El otro grupo asume una postura más combativa. No entiende que la vicepresidenta haya sido absuelta por el voto popular más que por la justicia. Atacan por ese flanco, pero también preparan una batería de ideas afines al electorado propio, aquel que no votó al oficialismo en la elección pasada.
Una nueva oposición
La pandemia sacó a la luz en Argentina, como en muchos otros lugares del mundo, una oleada de ciudadanos, que se oponen a la clase política en general más que al gobierno en particular. Algunos lo hacen violando la cuarentena manifestándose en la calle, otros saliendo pero sin congregarse en grupo o simplemente expresándose en las redes sociales.
Descreen de un confinamiento tan extenso en el tiempo. Sostienen que la curva de contagios no se aplanó sino que – simplemente – se está corriendo el pico de la misma, mientras la economía empieza a ser más perjudicial para la salud de los argentinos que la pandemia.
Se va generando así una corriente de opinión, sin filiación política, pero con creciente impacto social. Tal vez su mayor victoria termine siendo ponerle fin a la cuarentena, más allá de cuál sea la decisión que tome la política en su conjunto. Es un grupo heterogéneo, donde conviven personas que creen más en la libertad que en la seguridad y otros que necesitan motorizar su economía para sobrevivir.
Así es como este grupo ha ganado en influencia últimamente. Es mirado con atención – más allá que algunos lo deslegitimen – por políticos de todos los colores, pero tiene más peso en los discursos opositores.
Es difícil estimar si esto confluirá en una nueva expresión política o si terminará alimentando o condicionando a las estructuras ya existentes. Tal vez, todo quede en un movimiento social espontáneo, cuya temperatura subirá o bajará de acuerdo al descontento que haya con el gobierno de turno.
Múltiples agendas
Los principales actores políticos del país tienen agendas muy distintas y - en base a eso – formulan estrategias distintas. En concreto, vemos a los seis principales atendiendo distintos frentes.
En primer lugar, encontramos al presidente enrolado en resolver el tema de la deuda, cuestión que se ha transformado en piedra angular de su gestión presidencial. Tal es su nivel de concentración - en este tema - que las últimas dos renovaciones de plazos de cuarentena coincidieron – con pocos días de diferencia – con las fechas límites de acuerdo con los bonistas. Se puede suponer entonces, que el día que se selle la coincidencia entre las partes, la cuarentena entrará en el terreno de la “nueva normalidad” para todo el país.
Por otro lado, vemos a la vicepresidenta concentrada en su agenda judicial. Como se mencionó antes, obliga por distintos ángulos - y con distintas personas que le responden – a que la justicia se expida sobre su situación. Sabe que cualquier fallo adverso – paradójicamente – condiciona más a los jueces que a ella misma. Por eso, fuerza tiempos y decisiones en medio de un escenario poco propicio.
En la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof intenta demostrar poder territorial y político. Con baja imagen positiva respecto de su gestión en la crisis, se vió forzado a aparecer más tanto en los medios como en empresas y fábricas, mostrando el perfil que mejor le sienta: el de productivista. Ante el riesgo de una explosión de contagios en los barrios populares, puso en escena a su ministro más activo: Sergio Berni. Una jugada tan sólida como arriesgada. El ministro de Seguridad es alguien con experiencia y buen manejo de crisis, pero con vuelo y aspiraciones propios.
Del otro lado, vemos a Horacio Rodríguez Larreta, quien lleva una estrategia similar a la que utilizó Menem en los primeros años luego del regreso de la democracia. El entonces gobernador riojano fue el primer opositor en adherir a todas las decisiones que iba tomando el presidente Alfonsín. Difícil es saber si el alcalde de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires estudió ese momento de la historia argentina, lo que sí es cierto es que mantiene buen diálogo con el presidente y tiene su cabeza puesta en los próximos turnos electorales, más allá de cualquier cuestionamiento interno.
Mauricio Macri parece totalmente ausente. Con frialdad absoluta, no responde a ninguno de los golpes del oficialismo cuando se lo cuestiona por deudas pendientes de su gestión. Tampoco quiere aparecer ni colaborando ni adhiriendo a las decisiones presidenciales. Si el camino elegido, por Alberto Fernández, para salir de la cuarentena es el correcto y Macri adhiere; poco rédito político habrá para quien no está más en la gestión. Si el resultado fuese otro, el ex presidente quedaría fuera del pelotón de los culpables a los ojos del común de la gente. Así es como busca ir a la elección del 2021. Intentará reeditar su exitosa fórmula de ser la antítesis al kirchnerismo.
En el último escalón opositor vemos a María Eugenia Vidal. La ex gobernadora ha empezado a filtrar sus apariciones internas con dirigentes de Juntos por el Cambio. Sigue manteniendo su liderazgo en la principal provincia del país, con decenas de intendentes y casi sesenta legisladores (con la salvedad que mantiene unida a la mayoría opositora en el Senado).
Hasta ahora, la ex mandataria bonaerense demostró capacidad para condicionar al gobernador, al no permitir el tratamiento de un nuevo endeudamiento e impulsar la aprobación de la emergencia en violencia de género. Nadie duda que ella sigue siendo el principal activo electoral de la oposición para el año próximo.
Economía: entre la caída y la resurrección
Argentina espera la resolución de su deuda tanto como el fin de la cuarentena. El confinamiento se ha transformado en el principal enemigo de la economía argentina. El oficialismo no pudo festejar la inflación de abril (la menor en más de una década) porque sufre el derrumbe económico por goteo.
Día tras día, cierran pymes y comercios. Al mismo ritmo, se pierden empleos. Con la misma periodicidad los argentinos retiran sus depósitos en dólares de los bancos. Puede tomarse como una cuestión marginal respecto del volumen financiero total, pero marca un termómetro de la confianza de los ahorristas en el país.
Luego del primer mes de cuarentena, analistas públicos y privados sostenían que el PBI argentino caería un 5%. A más de 70 días de encierro y parate de la actividad económica, la CEPAL llevó ese número a 6,5% y JP Morgan al 10%. No son pocos los que piensan que el derrumbe puede estirarse hasta el 14%.
Más allá del panorama gris que se avizora para lo que resta del año, el país tiene motivos para esperar un repunte económico. La pandemia reformulará los hábitos alimenticios de la mayor parte de la población mundial. Es uno de los requisitos para la mejora del sistema inmunológico que necesitan muchos de los habitantes del planeta. En Argentina están dadas las condiciones para multiplicar las exportaciones de la industria alimenticia.
Algo similar puede ocurrir con la reserva de litio del norte del país, que se ubica entre las principales del mundo. El teletrabajo ha multiplicado la necesidad de dispositivos electrónicos que consumen baterías del llamado “oro blanco”. Es una modalidad laboral que disminuirá, pero no cesará. Esto puede traer nuevos y mayores inversores al país.
Las dudas se siguen centrando en cómo evolucionará la inflación en el segundo semestre. La extraordinaria emisión monetaria actual no afecta el índice de precios al consumidor, pero puede hacerlo en el futuro.
Otro tema que despierta sospechas es el valor del dólar. La brecha entre el dólar oficial y el dólar blue sigue siendo alta. El Gobierno responde con medidas que endurecen el cepo, pero termina logrando efectos distintos de los buscados: inversores y ahorristas desconfían cada vez más y se refugian en la moneda estadounidense.
Reformas y desafíos pendientes
Antes de la elección del 2019, se hablaba de las tres reformas que tendría que hacer el nuevo presidente, independientemente de quien ganase la elección. Tanto el ámbito laboral como el previsional e impositivo necesitan acomodarse a la realidad, para hacer viable la situación socioeconómica del país.
En cuanto a la reforma laboral, la pandemia modificó las relaciones laborales y es posible que muchas cuestiones se modifiquen más allá de la voluntad del Gobierno. Empresarios y sindicalistas hoy hablan, no como antitéticos sino como colaboradores. La crisis supera todo y los intereses dejaron de ser contrapuestos para ser comunes.
La reforma previsional también será materia obligada. Hoy ingresan pocos aportes tanto al ANSES como a las cajas previsionales. Si la crisis se extiende en el tiempo, el déficit del sistema puede tornarse complicado. Hay que empezar a evaluar alternativas de sustentabilidad en el tiempo.
En el ámbito impositivo, existe una gran oportunidad. Siempre se ha defendido la regresividad del esquema tributario del país y de las provincias, escudados en la emergencia y en la necesidad de recaudar para afrontar múltiples dificultades. Ante la imposibilidad actual de obtener mayores ingresos, con un gasto público extraordinario motivado por la crisis sanitaria, se puede decir que es un momento inmejorable para hacer una reforma y sumarle progresividad al sistema.
El Gobierno tiene en agenda reformular los impuestos de Ganancias y Bienes personales para el 2021. Tal vez sea mejor aprovechar la coyuntura actual y adelantar las reformas para el segundo semestre de este año. Por otro lado, sería interesante sumar a esa reforma la eliminación del impuesto a las transferencias bancarias y modificar sustancialmente el régimen de Ingresos Brutos.
El mundo: de la batalla sanitaria a la guerra comercial
El epicentro de la pandemia empezó en China, luego se trasladó a Europa y más tarde a Estados Unidos. Hoy reside en América Latina, un continente con grandes desigualdades y – en la mayoría de los casos – sistemas sanitarios insuficientes.
Por su escasa relevancia estratégica, no será éste el continente al que presten atención las principales potencias, hoy concentradas en sus propias reconstrucciones.
A medida que se levanta el confinamiento en la mayoría del planeta, se hace más evidente la guerra comercial entre China y Estados Unidos. Hong Kong hoy muestra cómo la pelea entre estas potencias se reflejará, en cualquier lugar, dónde tengan intereses contrapuestos.
Final abierto para el país americano, cuyo presidente tiene enormes dificultades para lograr su reelección. Agobiado por múltiples protestas por la muerte de Floyd, Trump ve cada vez más lejana la posibilidad de plebiscitar –con éxito- su gestión en las próximas elecciones.
Cuando fue elegido el actual mandatario norteamericano, en Argentina se dijo que Macri había preparado un plan de gobierno para un mundo como el de Obama y terminó resultando lo contrario. Esta vez, parecía todo encaminado para la reelección del actual presidente estadounidense; sin embargo todo cambió y hoy Joe Biden ve crecer su intención de votos sin necesidad de aparecer mucho en escena.
El demócrata es más afín al modo de pensar del actual presidente argentino. Paradójicamente, es muy posible que ambos tengan que convivir con la misma situación: hacer las reformas y tomar las medidas que hubiesen hecho sus antecesores en caso de haber sido reelegidos.